Pequeno karma
Pequeño Karma es una crónica en directo de vivencias mínimas, recreadas en secuencias breves, de unos minutos de duración (de ahí, la definición de "minutario"), con que Carlo Coccioli reconstruye el mes que transcurrió en la casa de San Antonio (Texas) en 1987, cuando el escritor decidió regalarse por primera vez el palpitar leve y pindárico del fragmento. Estos retazos de vida, que el autor definiera como humildes y banales ("apuntes"), en realidad, lograron el reconocimiento universal de obra maestra de Coccioli y fluyen, ora jubilosos ora melancólicos, a través de las sencillas tareas cotidianas, entre jardines floridos y cielos serenos, plantas, perros, pájaros y hormigas, amigos y vecinos cordiales, shopping, telenovelas y todas las demás expresiones de una modernidad sobriamente familiar. Habiendo abrazado la perspectiva budista, Coccioli observa el juego del karma con una atención pura, amable y, con frecuencia, divertida. Pero el nuevo hábito mental no acaba con la antigua obsesión teológica del autor, que lo impulsa a buscar la mano de Dios por doquier, hasta en las cosas más inverosímiles. Así, discurriendo a través de las protestas más sentidas contra el sufrimiento y la muerte de los inocentes y el sueño regresivo de un Dios personal, amigo y amante, capaz de mitigar el implacable devenir kármico de los seres humanos, el libro finaliza con una imagen asombrosa: la apoteosis de Disneyland, edén artificial por excelencia, donde "todo se mezcla y no está mal que pase eso, habida cuenta de que "Todo es Uno".
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